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lunes, 10 de agosto de 2015

Los gorriones ya no cantarán tan felizmente como cuando alegremente los nombrabas tú, por las calles de la hospitalaria Salamanca



Los elefantitos dirigen sus ojos ciegos hacia el este y al oeste de la habitación. Tras la ventana cerrada se escuchan los fragmentados sonidos del viento de la madrugada. En otras distancias no tan poéticas, más allá del Atlántico, trabajan los kinesiólogos del Roca con los discapacitados mentales y los grotescos. Las manuscritas trazaron largos caminos de hormigas yendo pa´l hormiguero, como la hormiga y el oso hormiguero. Alguien volvió a Varsovia entre los terraplenes de 50 cm de nieve.

Siempre supe que iba a extrañarte. Pero ahora ese sentimiento duplica su intensidad sabiendo que ya no leerás estas palabras. Cada rincón que mire por algún tiempo tendrá tu cara. Los gorriones ya no cantarán tan felizmente como cuando alegremente los nombrabas tú, por las calles de la hospitalaria Salamanca. Y tu piel de muñequita de porcelana se antepondrá por algún tiempo a las imaginaciones de otras pieles. Tus principios de valor universal me seguirán corrigiendo infinitamente. 





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